
Nada más de imaginar el aroma de carbón y el magnífico sonido de poner un corte en el fuego se nos hace agua la boca. Elegir la mejor carne es la forma más sencilla de asegurarse de que el manjar que esperamos será perfecto.

LA VISTA
Para empezar, la carne debe tener un color rojo brillante que hablará de su frescura. Si lo ves muy encendido es posible que lo hayan alterado así que mejor busca lo que te parezca natural.
Una carne con marmoleo tiene grasa en el corte. Ésta aportará mucho sabor y jugosidad al corte; entre más tenga, más rico será.
LA TEXTURA
Si lo que estás buscando es un corte grueso, de esos que quedan increíbles al carbón como el New York, el T-Bone, Rib Eye o un chuletón, presiona ligeramente la carne y revisa si regresa a su forma original.
No deberá presentar cortadas ni rupturas pues eso demuestra mal manejo por parte del carnicero.
Si el corte tiene grasa checa que sea más firme que la carne. Además de hablarte de la frescura, te orientará para saber si tuvo un buen manejo con respecto a la temperatura.
Cuando busques carne molida asegúrate que la trituren frente a ti. Así podrás saber exactamente de dónde viene y su cantidad de grasa.
Es importante que sepas que la carne no tiene sangre; el líquido que derrama se llama mioglobina y da sabor al corte siempre y cuando se deje reposar y se cocine correctamente.

EL AROMA
Una buena proteína animal -independientemente de su procedencia- nunca va a tener un aroma intenso y mucho menos desagradable. En el caso de la carne de res, necesitas percibir algo fresco y que no tenga mucha persistencia en tu nariz.
Si te acercas y el olor es muy fuerte o pasa el tiempo y sigues sintiendo como si tuvieras la carne frente a ti, definitivamente no es una buena elección.
Ahora sí ¡ya se armó la carnita asada!